La amenaza de las redes sociales: cómo la exposición pone en peligro a las especies más raras
Las redes sociales están exacerbando el riesgo para especies en peligro, como el capercaillie en Escocia, al atraer multitudes que perturban sus frágiles hábitats.
El auge de las redes sociales ha transformado la forma en que las personas interactúan con la naturaleza, especialmente cuando se trata de especies raras o en peligro de extinción. Plataformas como Instagram, Facebook y TikTok han incentivado una cultura de exhibición, donde los usuarios buscan mostrar sus aventuras en la naturaleza y sus encuentros con animales exóticos. Sin embargo, esta búsqueda de reconocimiento y validación online está teniendo un impacto preocupante en la vida silvestre. El caso del capercaillie en Escocia es solo un ejemplo de una tendencia que está afectando a diversas especies en todo el mundo.
El peligro de la exposición en redes sociales
Carolyn Robertson, gerente del proyecto Cairngorms Capercaillie, describe cómo el aumento de visitantes y fotógrafos durante la temporada de cría ha perturbado los hábitos reproductivos de estas aves. En 2022, 17 personas fueron vistas invadiendo los leks, áreas donde los machos compiten por la atención de las hembras. Este tipo de intrusión, aunque breve, puede ser devastador para una especie tan frágil. “Incluso una interrupción momentánea puede marcar la diferencia entre que los pájaros se reproduzcan o no”, explica Robertson. «Sabemos que aumenta sus niveles de estrés, lo que probablemente las haga abandonar el área de cría, a veces por días».
La situación es aún más alarmante cuando se considera el reducido número de capercaillie que queda en Escocia: aproximadamente 530 ejemplares, la mayoría en el Parque Nacional de los Cairngorms. Cualquier alteración en su entorno natural podría acelerar su desaparición, lo que pone de manifiesto lo frágil que puede ser la supervivencia de una especie ante la creciente presión humana.
La presión global sobre la vida silvestre
Este fenómeno no es exclusivo de Escocia. En todo el mundo, especies en peligro de extinción están siendo afectadas por la sobreexposición en redes sociales. Robert Davis, profesor de ecología de la vida silvestre en la Universidad Edith Cowan de Australia Occidental, destaca cómo la viralidad de una fotografía puede desencadenar una avalancha de visitantes en áreas naturales sensibles. Davis, coautor de un estudio reciente publicado en Science of The Total Environment, señala que en lugares como la provincia de Jiangxi en China, el ave crítica Laughingthrush de corona azul ha cambiado sus hábitos de anidación debido a la perturbación causada por fotógrafos de vida silvestre.
En 2022, en las islas Shetland, grupos de fotógrafos llegaron en masa para observar al escurridizo carricerín lanceolado, posiblemente forzando al ave a abandonar su hábitat. Ese mismo año, en Gales, un fotógrafo fue multado con más de £1,600 por perturbar a un busardo europeo en su nido. Estos casos subrayan la creciente amenaza que las redes sociales y la fotografía impulsada por el deseo de obtener una imagen exclusiva representan para la fauna.
James Lowen, escritor especializado en historia natural, explica que la cantidad de entusiastas de la fotografía de vida silvestre ha aumentado significativamente, pero muchos no cuentan con los conocimientos éticos necesarios para interactuar adecuadamente con los animales. «Cada vez hay más personas cuyo hobby es la fotografía de la naturaleza, más que la observación de la vida silvestre, y sospecho que muchos de ellos no han sido educados con la misma atención a la ética y las buenas prácticas en el campo», comenta.
La disyuntiva de la conservación y la atracción mediática
El conflicto es evidente: por un lado, las redes sociales pueden ser una poderosa herramienta para concienciar sobre la importancia de la conservación de especies en peligro, pero por otro, también pueden exponer a esas mismas especies a una presión insostenible. Davis argumenta que la capacidad de difundir información sobre la ubicación de especies raras de manera tan rápida y masiva nunca ha sido tan accesible, lo que genera una creciente demanda de avistamientos que muchas veces termina dañando los ecosistemas.
Este dilema no es nuevo para los conservacionistas. James Lowen explica que tras el redescubrimiento de especies como la mariposa Norfolk Snout o la orquídea fantasma en el Reino Unido, los expertos decidieron ocultar las localizaciones exactas para protegerlas de un potencial colapso debido al aumento del turismo.
Lowen mismo eliminó al capercaillie de su más reciente libro, 52 Wild Weekends, con el objetivo de evitar que la especie fuera aún más perturbada por visitantes curiosos. «Todos queremos ver al capercaillie y presenciar su espectacular despliegue«, admite. “Pero definitivamente, los observadores de aves deben mantenerse alejados”.
El proyecto Cairngorms Capercaillie ha intentado revertir el problema aprovechando la misma herramienta que lo ha provocado: las redes sociales. En 2023, lanzaron la campaña «Lek It Be», instando a los usuarios a no buscar ni fotografiar capercaillies y, sobre todo, a no compartir imágenes en línea. La campaña parece estar dando resultados, con un 55% menos de personas observadas alrededor de los leks esta temporada, según Robertson. Sin embargo, aunque la comunidad de observadores de aves ha sido receptiva, los fotógrafos han mostrado más resistencia, probablemente debido a su necesidad de capturar «la imagen perfecta». “Para ellos, el objetivo es la fotografía, eso es lo que están buscando”, comenta Robertson.
Un equilibrio delicado
La lucha por encontrar un equilibrio entre la conservación de especies en peligro y el deseo de los entusiastas de la naturaleza de presenciar momentos únicos es cada vez más difícil en la era digital. En algunos casos, se ha llegado al extremo de implementar medidas de vigilancia para proteger las plantas y animales más vulnerables. En Australia Occidental, la orquídea Reina de Saba, que puede tardar una década en florecer, ha sido cercada, monitoreada con cámaras y vigilada para evitar su destrucción o robo por parte de cazadores de orquídeas.
Para muchos conservacionistas, estas medidas extremas reflejan la gravedad del problema y la urgencia de cambiar la forma en que interactuamos con la naturaleza. Si bien las redes sociales han democratizado el acceso a la información sobre la vida silvestre, también han convertido a la naturaleza en una mercancía, sujeta a la misma cultura de consumo que define otros aspectos de la vida moderna.
El poder destructivo de la exposición digital
El impacto de las redes sociales en la vida silvestre subraya la necesidad de un enfoque más cuidadoso y consciente al compartir nuestras experiencias con la naturaleza. Si bien las redes sociales han sido fundamentales para crear conciencia sobre la conservación, también pueden poner en peligro las especies que intentan proteger. El capercaillie, la Reina de Saba y otras especies vulnerables dependen de un cambio en la forma en que los amantes de la naturaleza interactúan con su entorno. Tal como lo expresan los expertos, a veces, el simple acto de no intervenir es la mejor manera de proteger a las especies más frágiles. En un mundo hiperconectado, la discreción y la ética deben guiar nuestras interacciones con la naturaleza para evitar que lo que amamos, paradójicamente, lo llevemos a la extinción.
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