Barcelona, la ciudad inteligente de Europa y su revolución de la e-Democracia
Barcelona lidera en e-democracia y tecnología inteligente, transformando su economía y fomentando la participación ciudadana activa.
Barcelona ha ganado reconocimiento como la ciudad más inteligente de Europa, y gran parte de este logro se debe a la e-democracia. A lo largo de los años, Barcelona ha superado a otras ciudades inteligentes como Copenhague, Ámsterdam y Viena gracias a su tecnología innovadora. Desde sistemas de estacionamiento que guían a los conductores hacia espacios disponibles, hasta luces LED que se ajustan según las personas y el clima, y contenedores de basura inteligentes que reducen los olores, la lista de avances es extensa.
Sin embargo, más allá de la tecnología, lo que realmente destaca es cómo Barcelona logró reinventarse en las últimas tres décadas. Anteriormente conocida como un centro de manufactura textil y comercio, la ciudad sufrió una grave estancamiento económico y desempleo en la década de 1980. Entonces, ¿cómo logró Barcelona utilizar la tecnología y, específicamente, los datos para avanzar tan rápidamente? La respuesta se encuentra en la e-democracia.
Francesca Bria, comisionada de Tecnología e Innovación Digital del Ayuntamiento de Barcelona, ha sido una defensora acérrima de la e-democracia, que utiliza la tecnología de la información y comunicación para crear canales de consulta y participación pública. Según Bria, «las ciudades y sus ciudadanos deberían ser los verdaderos propietarios de los datos generados en el entorno urbano, utilizando esta información para mejorar los servicios públicos y avanzar en sus políticas. No podemos permitir que un pequeño grupo de gigantes tecnológicos controle estos datos».
Bajo su liderazgo, Barcelona experimentó una transformación económica y social, priorizando a las empresas tecnológicas locales sobre las multinacionales ricas. Su plan e-radical incluye un mercado digital abierto, la disolución de modelos de negocio «verticales» y la transferencia de datos de empresas asociadas al gobierno para garantizar la privacidad.
Un componente clave de esta transformación ha sido el Internet de las Cosas (IoT), una red de sensores conectados que alimentan una red de sensores más grande llamada Sentilo. Estos sensores, como los que detectan la calidad del aire y el ruido, influyen en la formulación de políticas a nivel de la ciudad. Este enfoque innovador en el uso de datos ha ahorrado a la ciudad aproximadamente 500,000€ al año.
Gracias a un sistema de sensores conectados y la e-democracia, Barcelona ha creado 47,000 empleos, reducido el consumo de energía en un 30%, aumentado la conservación del agua en un 5% y ahorrado un 52% en tarifas de estacionamiento. Para financiar este sistema complejo y amigable con la comunidad, se involucraron varios actores locales y regionales, y el apoyo de la UE fue crucial para realizar cambios estructurales y económicos significativos.
Un aspecto destacado de la e-democracia en Barcelona es Decidim, una plataforma en línea que permite a los ciudadanos formar nueva legislación utilizando sus datos. Esta plataforma ha alterado drásticamente la formulación de políticas, con miles de residentes participando en consultas de diseño y generando propuestas que se incorporan al plan de acción.
En esencia, lo que hace que Barcelona se destaque como una ciudad inteligente no es solo su tecnología avanzada, sino su experimentación con un sistema que permite a los usuarios adoptar datos y definir su ciudad según sus necesidades específicas. Todo lo que Barcelona ha desarrollado es de código abierto, y todo el código se publica en línea, lo que demuestra su deseo de compartir sus innovaciones con el mundo.
Las ciudades tienen el potencial de convertirse en laboratorios para la democracia y la sostenibilidad. Pueden establecer modelos de servicios públicos inteligentes basados en solidaridad, cooperación social y derechos colectivos. Es esencial recuperar la soberanía tecnológica, permitiendo a los ciudadanos decidir cómo funciona la infraestructura tecnológica que les rodea.
Barcelona, por ejemplo, ha adoptado un enfoque innovador hacia los datos, denominado «city data commons», buscando un nuevo pacto social para maximizar el uso de los datos, garantizando la soberanía y la privacidad. Los datos se consideran una infraestructura pública esencial, y se utilizan para tomar decisiones más informadas y democráticas.
El proyecto DECODE, liderado por Barcelona junto con otras organizaciones europeas, busca desarrollar tecnologías descentralizadas para dar a las personas un mayor control sobre sus datos. El objetivo es crear «datos comunes» a partir de datos producidos por personas, sensores y dispositivos, permitiendo su uso como un bien común.
En resumen, necesitamos un nuevo pacto social para la sociedad digital que maximice las nuevas tecnologías y el acceso a los datos, garantizando los derechos fundamentales de los ciudadanos. Ciudades como Barcelona están mostrando el camino, abogando por una gobernanza democrática de las infraestructuras del siglo XXI, incluyendo la soberanía de datos y una IA ética para los ciudadanos. De esta manera, podemos configurar un futuro digital para la mayoría, no solo para unos pocos.
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