Los colchones para niños contienen químicos prohibidos en juguetes

Alberto Noriega     16 abril 2025     4 min.
Los colchones para niños contienen químicos prohibidos en juguetes

Un estudio revela que los colchones para niños liberan químicos tóxicos durante el sueño, elevando el riesgo de daños neurológicos y hormonales.

Una nueva investigación ha confirmado la presencia de sustancias químicas peligrosas en colchones diseñados para niños, liberadas durante el sueño en concentraciones alarmantes. Entre los compuestos detectados se encuentran ftalatos, retardantes de llama y filtros UV, algunos de ellos prohibidos en otros productos infantiles. El estudio, realizado en dormitorios de niños menores de cuatro años, señala que el área de descanso concentra niveles de toxicidad superiores al resto del hogar. Los hallazgos reavivan el debate sobre los vacíos legales en la regulación de productos cotidianos para menores.

Químicos ocultos en el descanso infantil

La investigación ha sacado a la luz la presencia generalizada de ftalatos y retardantes de llama en colchones infantiles, compuestos conocidos por sus efectos tóxicos sobre la salud humana. Entre los ftalatos más detectados figuran el DEHP y el BzBP, ampliamente prohibidos en juguetes debido a su capacidad para alterar el sistema endocrino, provocar asma, dañar el desarrollo neurológico e incluso aumentar el riesgo de cáncer. Sin embargo, siguen siendo habituales en colchones por lagunas en la legislación vigente.

A estos se suman los retardantes de llama organofosforados, que según diversos estudios están vinculados con descensos en el coeficiente intelectual, problemas de memoria y trastornos de conducta. Lo más alarmante: muchos de estos productos no son necesarios para cumplir las normas de inflamabilidad en países como EE. UU. o Canadá, lo que sugiere que su uso responde más a inercias industriales que a necesidades reales de seguridad.

Pexels Yankrukov 5215852

Emisiones aumentadas por el cuerpo del niño

Los investigadores midieron las emisiones químicas en 25 dormitorios de niños de entre seis meses y cuatro años, detectando niveles especialmente altos justo donde duermen. Las simulaciones de laboratorio lo confirmaron: el calor corporal y el peso de los niños intensifican la liberación de compuestos volátiles desde el colchón. El resultado es una exposición nocturna constante, invisible, y con potencial acumulativo.

Los bebés, que pueden dormir hasta 18 horas al día, son los más expuestos. Su piel más permeable y su mayor consumo de aire por kilo corporal los hacen especialmente vulnerables. Dormir sobre estos materiales durante meses o años puede representar una carga química considerable durante etapas críticas del desarrollo cerebral, donde cualquier interferencia puede tener efectos duraderos.

Daños al cerebro en formación

Los efectos sobre la salud neurológica preocupan especialmente. Los ftalatos y los retardantes de llama afectan directamente el desarrollo del sistema nervioso central, y se han relacionado con trastornos del aprendizaje, menor rendimiento cognitivo y alteraciones de conducta. Lo más inquietante es que en muchos estudios se ha encontrado que los niveles en sangre de estos químicos son hasta tres veces más altos en los niños que en sus propias madres.

Pexels Polina Tankilevitch 3875087

Investigadores de la Universidad de Toronto confirmaron que la exposición química se intensifica durante el sueño, lo que plantea un riesgo diario y acumulativo. Como resumen una de las autoras del estudio, “es precisamente cuando los cerebros infantiles están más activos desarrollándose que más los estamos exponiendo a tóxicos invisibles”. Un cóctel que se repite cada noche, en la superficie que más debería protegerlos.

Qué pueden hacer las familias y qué debe hacer la ley

Aunque el panorama parece alarmante, los expertos ofrecen recomendaciones prácticas para reducir los riesgos. Evitar un exceso de elementos textiles en la cuna —como mantas, cojines o juguetes— reduce la acumulación de químicos. También se aconseja lavar con frecuencia las sábanas y pijamas, y elegir fibras naturales sin teñir o sin tratamientos UV, que suelen contener menos aditivos tóxicos.

Para quienes adquieren un colchón nuevo, se recomienda desempaquetarlo y ventilarlo durante varios días antes de usarlo. Si bien la opción ideal sería comprar colchones certificados como orgánicos, los expertos reconocen que no siempre es viable económicamente. Por eso, los investigadores insisten en que la solución debe ser estructural y regulatoria.

Exigen la ampliación de las restricciones aplicadas a juguetes para incluir también el entorno de sueño infantil, y piden mayor transparencia en la fabricación. Los fabricantes actualmente no están obligados a declarar la mayoría de estos químicos. Como concluye el informe, “hasta que la legislación alcance la ciencia, la carga está recayendo injustamente en las familias”. Una carga que los niños, literalmente, están respirando cada noche.

Comentarios cerrados