La contaminación invisible: consumimos el peso de una tarjeta de crédito en microplásticos cada semana
Estudios revelan consumo humano de microplásticos igual a una tarjeta de crédito semanal, descubre el impacto que tienen en la salud.
En el vasto azul de nuestros océanos, un invasor diminuto pero omnipresente se desliza a través de las redes de la vida marina para anidar en un lugar inesperado: nuestros platos. Los microplásticos, definidos como fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros, han desatado una ola de preocupación entre los consumidores y los científicos por igual. Estos visitantes no deseados se encuentran ahora en la sal de mesa, la miel, la cerveza y hasta en el agua que bebemos, tanto de grifo como embotellada.
En el ambiente científico, la curiosidad y la inquietud van de la mano. «El momento actual es de una profunda incertidumbre«, afirma Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y autor, en su libro «Tu dieta puede salvar el planeta». La evaluación de la seguridad de los aditivos y polímeros que se encuentran en los plásticos se ha realizado siempre en el contexto de su uso convencional, sin prever que estos mismos plásticos podrían volver a nosotros a través de la cadena alimentaria.
Frente a esta preocupación creciente, la legislación europea ha tomado medidas, estableciendo lo que se conoce como «límite de migración específica«, para controlar la cantidad de plástico que puede transferirse de los envases a los alimentos sin representar un riesgo para la salud. Pero ¿son estas regulaciones un dique suficiente para contener la marea de microplásticos?
La cifra que despierta conciencias: el peso de una tarjeta de crédito.
El estudio revelador sobre la ingesta de microplásticos, que ha circulado ampliamente en los medios y conversaciones de consumidores preocupados, fue llevado a cabo por la Universidad de Newcastle en Australia. Este análisis, titulado «No Plastic in Nature: Assessing Plastic Ingestion from Nature to People» y preparado por Dalberg, fue comisionado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La investigación sugiere que las personas podrían estar consumiendo alrededor de 2000 pequeñas piezas de plástico cada semana, lo que se traduce en aproximadamente 5 gramos de plástico, el peso equivalente al de una tarjeta de crédito.
Las implicaciones de este estudio son profundas y abren los ojos ante una crisis que va más allá de la contaminación ambiental para ubicarse directamente en nuestras vidas diarias. Marco Lambertini, Director General de WWF Internacional, enfatizó que estos hallazgos deben servir como una llamada de atención para los gobiernos y la sociedad en general. Subrayó la necesidad de una acción global urgente y esencial para abordar esta crisis, y la importancia de atacar la raíz de la contaminación por plásticos.
Los patrones de ingesta variaron ampliamente entre las poblaciones estudiadas, y la investigación señaló que la fuente más significativa de ingestión de plásticos proviene del agua, tanto embotellada como de grifo, en todo el mundo. Se encontró una variación regional considerable; por ejemplo, la cantidad de plástico en el agua en los Estados Unidos o la India es el doble de la que se encuentra en Europa o Indonesia. Entre los consumibles estudiados, aquellos con los niveles más altos de plástico registrados incluyen mariscos, cerveza y sal.
Microplásticos: bajo la lupa científica.
Un estudio liderado por el equipo de la Universidad de Rhode Island, encabezado por la Profesora Jaime Ross, ha explorado los efectos neuroconductuales y la respuesta inflamatoria tras la exposición a microplásticos. Los investigadores descubrieron que los microplásticos se infiltran en el cuerpo humano tan ampliamente como lo hacen en el medio ambiente, lo que lleva a cambios de comportamiento, especialmente en sujetos de prueba más mayores. El estudio reveló que la exposición a microplásticos en el agua potable inducía a alteraciones en los marcadores inmunitarios en hígado y tejidos cerebrales en ratones, presentando comportamientos peculiares similares a la demencia en humanos.
Otro estudio conducido por la agencia científica nacional de Australia, CSIRO, ha revelado que micro y nanoplasticos están omnipresentes en nuestro suministro de alimentos y podrían estar afectando la seguridad alimentaria y la seguridad alimentaria a escala global. Este trabajo es uno de los primeros en analizar la literatura académica sobre microplásticos desde una perspectiva de riesgo de seguridad alimentaria y seguridad alimentaria, y muestra que los plásticos y sus aditivos están presentes en una amplia gama de concentraciones en muchos productos, incluyendo carne, pollo, arroz, agua, alimentos para llevar, bebidas e incluso productos frescos. El Dr. Jordi Nelis, químico analítico y especialista en seguridad alimentaria, destaca que estos contaminantes entran en la cadena alimentaria humana a través de múltiples vías, siendo el procesamiento y el empaquetado de alimentos uno de los principales.
La salud humana en la balanza.
Mientras los legisladores elaboran normas y los consumidores buscan respuestas, los científicos trabajan en descifrar los efectos exactos de los microplásticos en la salud humana. Un artículo de revisión en PubMed destaca que aunque no hay pruebas definitivas que relacionen el consumo de microplásticos con la salud humana, estudios correlativos en personas y experimentos con modelos animales y cultivos celulares sugieren que los efectos podrían ser significativos, provocando respuestas inmunitarias y de estrés, e incluso toxicidad reproductiva y del desarrollo.
El consenso entre los expertos es claro: se requiere más investigación. Los estudios actuales indican una creciente exposición a microplásticos y sugieren posibles riesgos para la salud, pero aún no se ha llegado a un consenso sobre el impacto directo en la salud humana. La necesidad de estudios más rigurosos y metodologías estandarizadas es imperativa para comprender el alcance real y los mecanismos de efecto de los microplásticos en nuestro organismo.
¿Qué podemos hacer mientras tanto?
Mientras la ciencia avanza en su búsqueda de respuestas, los consumidores no están completamente indefensos. Pueden optar por alimentos frescos y menos procesados, reducir el uso de plásticos de un solo uso y apoyar las iniciativas de limpieza ambiental y reciclaje. En una era donde la información es abundante pero a veces contradictoria, la decisión informada y el compromiso activo con la salud personal y del planeta son, quizás, las herramientas más poderosas a nuestra disposición.
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