Europa se fortalece contra la contaminación de ríos; Reino Unido sigue con normas de 1991

Alberto Noriega     11 noviembre 2024     5 min.
Europa se fortalece contra la contaminación de ríos; Reino Unido sigue con normas de 1991

La UE endurece sus normas de tratamiento de aguas residuales mientras el Reino Unido mantiene una legislación anticuada y sin avances.

La Unión Europea ha aprobado una actualización de su directiva de aguas residuales urbanas, estableciendo estándares más estrictos para reducir la contaminación en ríos y lagos. La nueva normativa exige tratamiento avanzado contra químicos y microplásticos, financiado por los contaminadores. En contraste, el Reino Unido sigue aplicando la directiva de 1991, mientras sus empresas de agua enfrentan críticas por el creciente número de vertidos de aguas residuales. Ambientalistas advierten que el Reino Unido se está quedando rezagado, lo que podría agravar la crisis de contaminación de ríos.

Reino Unido rezagado en regulación de aguas residuales

Mientras la Unión Europea avanza hacia estándares más rigurosos para el tratamiento de aguas residuales, el Reino Unido mantiene una legislación obsoleta que data de 1991, cuando aún formaba parte del bloque. Esta semana, los estados miembros de la UE acordaron una actualización de la directiva de aguas residuales urbanas que obligará a los países a mejorar sus plantas de tratamiento, incluyendo sistemas avanzados de eliminación de nutrientes y contaminantes químicos para 2035. Este cambio permitirá que la mayoría de las instalaciones europeas puedan realizar tratamientos terciarios y cuaternarios para reducir la presencia de fósforo, nitratos, microplásticos y otros micropoluentes en los cuerpos de agua.

En contraste, la normativa británica sigue sin adoptar estos estándares. Aunque el Reino Unido debe evitar que el agua residual se desborde en ríos, estos vertidos son cada vez más frecuentes, incluso sin lluvias extremas, y algunos estudios recientes revelan que las empresas de agua han incumplido reiteradamente la directiva de 1991, agravando la crisis de contaminación en el país. “Con el estado crítico de los ríos, el Reino Unido debería estar priorizando soluciones a esta crisis y actualizando sus normas en línea con los estándares europeos,” afirma Ben Reynolds, director del think tank ambientalista IEEP UK, quien además señala que los contaminantes emergentes, como microplásticos y productos químicos, apenas están siendo regulados.

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Contaminantes emergentes y nuevas tecnologías en Europa

Las reformas de la UE también imponen nuevas obligaciones a las industrias, como las de cosméticos y farmacéuticas, para que financien la infraestructura de tratamiento necesaria para reducir la presencia de productos químicos y micropoluentes que sus plantas generan. Con este enfoque de “quien contamina paga”, la UE busca aliviar la carga de costos para los gobiernos y promover que las industrias asuman mayor responsabilidad ambiental. En este esquema, la responsabilidad financiera de actualizar la infraestructura recae sobre los sectores que producen estos residuos, una medida que los defensores del medio ambiente ven como crucial para lograr un cambio duradero.

En el Reino Unido, sin embargo, los costos del tratamiento siguen recayendo mayormente en el gobierno y los consumidores, y no se ha implementado una política similar de responsabilidad compartida. Tiemo Wölken, eurodiputado alemán de la comisión de medio ambiente, señaló que la falta de medidas en el Reino Unido muestra una problemática estructural que viene desde la privatización de sus empresas de agua. “El modelo británico sigue siendo problemático: el descontrol en la gestión del agua y la exposición de los ciudadanos a aguas contaminadas está enraizado en la privatización,” afirmó Wölken.

Aguas residuales y salud pública en juego

Las normas actualizadas de la UE también abordan temas de salud pública, exigiendo que las aguas residuales de ciertos centros de tratamiento pasen por una etapa adicional conocida como “tratamiento cuaternario”. Este tratamiento avanzado elimina micropoluentes como productos farmacéuticos, pesticidas y compuestos hormonales que suelen acabar en los ríos, afectando tanto a la vida acuática como a la calidad de las aguas de baño. Estudios recientes demuestran que estos contaminantes químicos pueden tener efectos a largo plazo en los ecosistemas y representan riesgos para la salud humana, especialmente en áreas de recreación acuática.

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Mientras en la UE se desarrolla una normativa avanzada para proteger las aguas de baño, el Reino Unido no contempla estos niveles de regulación en sus leyes. En los últimos años, la alta frecuencia de vertidos de aguas residuales ha sido una preocupación creciente para los británicos, lo que ha generado críticas intensas hacia las empresas de agua y una presión pública sin precedentes. Mark Owen, director de la European Anglers Alliance, afirmó que, aunque el tema ha ganado visibilidad en el Reino Unido, el nuevo gobierno laborista aún no ha presentado propuestas concretas para abordar la crisis.

Urgencia por mejorar los estándares británicos

La falta de actualización en las normativas de aguas residuales en el Reino Unido plantea un desafío urgente para los próximos años, en un contexto donde el resto de Europa avanza hacia modelos más estrictos y sostenibles. Aunque la reciente atención mediática ha empujado el tema a la agenda política, la falta de medidas concretas es motivo de preocupación para expertos y ambientalistas. “No podemos quedarnos rezagados mientras Europa lidera la lucha contra la contaminación,” señaló Reynolds, destacando la necesidad de que el Reino Unido adopte normas equivalentes para proteger sus cuerpos de agua.

Si el Reino Unido decide adoptar una normativa similar a la de la UE, podría reducir significativamente la cantidad de residuos y productos químicos en los ríos, logrando que sus aguas sean más saludables tanto para las personas como para la vida silvestre. La expectativa ahora recae en que el gobierno tome medidas efectivas para regular los vertidos y mejorar las infraestructuras de tratamiento, en línea con los estándares europeos. De lo contrario, el Reino Unido podría enfrentar no solo una crisis ambiental, sino también un deterioro en la salud pública y en la confianza ciudadana hacia sus políticas ambientales.

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