La inteligencia artificial dispara la demanda eléctrica en EE. UU.

Alberto Noriega     13 abril 2025     5 min.
La inteligencia artificial dispara la demanda eléctrica en EE. UU.

La explosión de centros de datos en EE. UU. eleva su consumo eléctrico al 12% para 2028, tensionando la red y aumentando costos y emisiones.

El auge imparable de los centros de datos, alimentado por la inteligencia artificial y las grandes tecnológicas, está alterando el sistema energético de Estados Unidos. De consumir el 4,5% de la electricidad en 2023, podrían llegar a absorber hasta el 12% del total para 2028, según proyecciones. Esta transformación ha puesto en jaque a las empresas de servicios públicos, obligándolas a rediseñar sus redes, invertir miles de millones y considerar incluso un retorno parcial a los combustibles fósiles. Todo esto mientras se dispara la preocupación pública por el impacto ambiental y el costo para los consumidores.

La IA exige más energía que nunca

El consumo energético de los centros de datos en EE. UU. podría triplicarse en cinco años, pasando del 4,5% en 2023 hasta un 12% para 2028. Este incremento responde principalmente a la expansión de infraestructuras tecnológicas impulsadas por la inteligencia artificial generativa, como los modelos de OpenAI, Google o Meta, y el crecimiento exponencial del almacenamiento en la nube.

Empresas como Oncor Electric en Texas han recibido solicitudes que cuadruplican su capacidad actual. Solo esta compañía ha registrado peticiones para añadir 119 GW, frente a su pico histórico de uso de electricidad. En Pensilvania, PPL ha recibido más de 50 GW en solicitudes, superando por amplio margen su capacidad actual de 7.2 GW. En Virginia, se espera que la demanda de centros de datos se cuadruplique para 2030, transformando el paisaje energético de la región.

Este auge está provocando que las redes eléctricas tradicionales, diseñadas para ciudades y zonas industriales, no puedan soportar los nuevos niveles de carga, generando cuellos de botella, apagones localizados y una creciente presión política por una transición energética más rápida y eficiente.

Infraestructura en tensión, consumidores en alerta

La respuesta de las empresas de servicios públicos ha sido inmediata, pero no sin fricciones: el aumento súbito en la demanda obliga a elegir entre dos escenarios igual de problemáticos. Subestimar la necesidad energética puede conducir a apagones sistemáticos; sobreconstruir la red implica trasladar costes millonarios a los consumidores.

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Según Bain & Company, satisfacer las nuevas demandas de los centros de datos podría incrementar gradualmente las facturas eléctricas de los hogares estadounidenses en un 1% anual hasta 2032. Además, si la energía requerida no se obtiene de fuentes renovables, la huella de carbono del país podría aumentar drásticamente, complicando los compromisos climáticos adquiridos tanto a nivel estatal como federal.

La paradoja es evidente: una economía digital alimentada por IA más limpia y eficiente exige, a corto plazo, más energía que nunca, con riesgos sociales y ambientales significativos.

Soluciones tecnológicas con límites

Las compañías eléctricas han comenzado a implementar estrategias para contener la demanda sin renunciar a la inversión tecnológica. Una de las más utilizadas es el Demand Response, donde se incentiva a los centros de datos a programar sus tareas más intensivas durante las horas de menor consumo, suavizando así los picos.

También se están instalando sistemas de almacenamiento a gran escala, capaces de acumular energía en momentos de baja demanda y liberarla cuando la red lo necesita. Dominion Energy, en Virginia, ha apostado incluso por tecnologías experimentales como pequeños reactores nucleares modulares, en paralelo a parques solares y eólicos.

Algunas empresas, además, han creado contratos energéticos especializados solo para centros de datos, permitiendo aislar sus costos y evitar que los consumidores residenciales subsidien la expansión tecnológica. Pero incluso con estas medidas, la magnitud del reto parece desbordar las soluciones disponibles.

¿Vuelve el carbón a la conversación?

Uno de los efectos más controvertidos del aumento de demanda es que ha reabierto el debate sobre el uso temporal de fuentes fósiles. Algunos estados están considerando reactivar plantas eléctricas a gas o carbón para suplir los nuevos requerimientos energéticos de las tecnológicas mientras se construyen infraestructuras renovables.

Esto representa un retroceso frente a años de descarbonización del sistema eléctrico estadounidense, poniendo en riesgo las metas estatales y federales de reducción de emisiones. Grist informó recientemente que varios proveedores de energía han comenzado a “retardar” sus cierres planificados de plantas de carbón, anticipando un pico de demanda sostenido por los próximos cinco años.

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La contradicción es insalvable: las mismas tecnologías que prometen resolver los grandes problemas del planeta están provocando, en su despliegue inicial, efectos secundarios que pueden empeorar la crisis climática si no se controlan.

Legislaciones en marcha para frenar abusos

Gobiernos estatales y reguladores están comenzando a actuar para evitar que el crecimiento de los centros de datos deteriore la calidad del servicio o dispare las facturas. En Ohio, American Electric Power ha propuesto que estos centros paguen al menos el 85% de su demanda energética estimada, incluso si no utilizan toda la energía contratada. Esto garantiza ingresos estables para la red y evita que las inversiones se carguen a los usuarios residenciales.

Pensilvania estudia la creación de una “cámara de compensación” que centralice y valide las solicitudes de energía de los centros de datos, para evitar duplicidades, proyecciones infladas o peticiones especulativas. Estas medidas buscan establecer un marco más transparente y sostenible para una industria que hasta ahora ha crecido sin freno ni regulación proporcional.

Un nuevo pacto energético

La revolución digital exige también una revolución energética. Lo que está en juego no es solo la eficiencia de los modelos de IA, sino la capacidad del sistema eléctrico estadounidense de adaptarse a una economía de datos sin romper el equilibrio social ni ecológico.

Los próximos cinco años serán clave: si las empresas tecnológicas, los gobiernos y las compañías de servicios públicos no logran un pacto que priorice las fuentes limpias, la transparencia y el coste justo para los hogares, el crecimiento digital podría volverse insostenible. Ya no basta con innovar: ahora hay que alimentar esa innovación de manera justa.

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