El lado oculto de la Luna es sorprendentemente más seco que el visible

Alberto Noriega     23 abril 2025     5 min.
El lado oculto de la Luna es sorprendentemente más seco que el visible

Chang’e 6 descubre que el lado oculto de la Luna tiene un manto mucho más seco que el visible, revelando claves sobre su evolución y formación.

Las muestras lunares recolectadas por la misión Chang’e 6 han revelado que el manto del lado oculto de la Luna es sorprendentemente más seco que el del lado visible. Esta diferencia podría ofrecer pistas clave sobre la formación del satélite y su evolución volcánica. El hallazgo, basado en un contenido de agua miles de veces menor, reaviva teorías como la del impacto gigante y marca un punto de inflexión en la exploración lunar. La información, obtenida de la Cuenca del Polo Sur-Aitken, reconfigura lo que sabemos sobre la historia interna de nuestro satélite.

Una Luna, dos historias de agua

Las muestras recolectadas por la misión Chang’e 6 de la Agencia Espacial China (CNSA) han confirmado una diferencia fundamental entre los dos hemisferios de la Luna: el lado lejano es significativamente más seco que el lado visible desde la Tierra. Esta diferencia no es superficial, sino que afecta directamente al contenido de agua del manto lunar, con concentraciones que oscilan entre 1 y 1.5 microgramos por gramo (μg/g) en el lado oculto, frente a hasta 200 μg/g en el lado cercano.

Este contraste podría explicar por qué el lado visible presenta más actividad volcánica y planicies basálticas, mientras que el lejano está dominado por un terreno montañoso, más antiguo y accidentado. La menor presencia de agua no solo habría limitado el vulcanismo en el hemisferio oculto, sino que también sugiere una composición interna distinta, reforzando la hipótesis de que ambas caras evolucionaron bajo condiciones geotérmicas diferentes. La diferencia también abre nuevos interrogantes sobre la asimetría térmica y estructural del satélite, largamente observada pero poco entendida hasta ahora.

La Cuenca del Polo Sur-Aitken, laboratorio natural del pasado lunar

La Chang’e 6 aterrizó en la Cuenca del Polo Sur-Aitken, el cráter de impacto más grande y profundo de la Luna, con 2.500 km de diámetro y hasta 8,2 km de profundidad. Se trata de una región de alto interés científico por su antigüedad y su acceso a capas internas del satélite. Es, literalmente, una ventana geológica al pasado lunar. Las muestras recuperadas en junio de 2024 son las primeras extraídas de esta cara oculta y ofrecen una composición radicalmente distinta de lo que se había obtenido hasta ahora.

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Los análisis revelan concentraciones elevadas de hierro, torio y titanio, así como una corteza más delgada, en línea con modelos que postulan la existencia de un océano global de magma en los primeros 100 millones de años tras la formación de la Luna. Los materiales recogidos también han permitido datar dos grandes eventos de impacto: uno hace 4.25 mil millones de años, durante el cataclismo lunar, y otro más reciente, de hace 3.87 mil millones de años, que habría rehecho parte del paisaje superficial. Esta información es crucial no solo para entender la Luna, sino también la historia de impactos en el sistema solar.

Un manto más árido de lo que predecían los modelos

El análisis detallado de las muestras basálticas del lado oculto indica un contenido de agua inferior incluso a lo que predicen los modelos más conservadores. La teoría del impacto gigante, que sostiene que la Luna se formó a partir de los escombros de una colisión entre la Tierra y un protoplaneta del tamaño de Marte (llamado Theia), anticipaba un manto lunar con menos de 10 μg/g de agua debido al calor extremo del impacto.

La realidad es que el lado oculto contiene aún menos: una sequedad inesperada que fortalece esta hipótesis, pero que también obliga a revisar los modelos de enfriamiento y cristalización posteriores. La diferencia entre ambos hemisferios podría deberse a cómo se redistribuyó el material tras la colisión, con una concentración mayor de elementos volátiles y agua en el lado que quedó mirando a la Tierra. La posibilidad de que el lado visible haya recibido más vapor de impacto o mayor enfriamiento posterior es ahora una línea de investigación prioritaria.

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Implicaciones para la exploración y colonización lunar

El descubrimiento de que el lado oculto de la Luna es mucho más seco tiene consecuencias más allá del ámbito teórico. Hasta ahora, muchas misiones espaciales han confiado en que los depósitos de agua lunar —ya sea en forma de hielo en los polos o de hidroxilos atrapados en rocas— podrían servir como fuente de agua potable, oxígeno e hidrógeno para combustible en futuras bases lunares.

Este hallazgo sugiere que no todos los lugares son igual de viables para establecer presencia humana. Si bien las regiones polares siguen siendo prometedoras, la idea de usar el lado lejano como base científica o minera —una posibilidad atractiva por su aislamiento de la interferencia terrestre— deberá ahora considerar también su limitada disponibilidad de agua local. De confirmarse en futuras misiones, esta sequedad podría encarecer la explotación de recursos o requerir transporte adicional de agua desde otras zonas o desde la Tierra.

Un satélite con dos lunas en su interior

La dicotomía entre el lado cercano y el lado oculto de la Luna, ya conocida en términos de geografía, albedo y vulcanismo, se amplía ahora al plano químico e hidrológico. La idea de que ambos hemisferios lunares no son simétricos en su origen ni en su evolución cobra fuerza, y refuerza la percepción de que la Luna no es un cuerpo geológicamente simple, sino un mundo con complejidades internas aún por desentrañar.

A medida que las potencias espaciales planifican futuras misiones tripuladas y robóticas, esta nueva evidencia marcará una hoja de ruta científica más precisa. El mensaje que envía Chang’e 6 es claro: para entender realmente la Luna, hay que estudiarla por ambos lados. Porque el lado oculto, ese que ha permanecido invisible durante milenios, podría ser la clave para entender no solo la Luna, sino también la historia temprana de la Tierra.

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