Marte primero: así cambia la NASA con el nuevo jefe de Trump

Alberto Noriega     24 abril 2025     5 min.
Marte primero: así cambia la NASA con el nuevo jefe de Trump

Jared Isaacman, nominado por Trump para dirigir la NASA, prioriza Marte y el sector privado, alejándose de la ciencia climática y la tradición.

El presidente Donald Trump ha nominado al empresario y astronauta privado Jared Isaacman como administrador de la NASA, en una apuesta por relanzar la carrera espacial estadounidense con un enfoque agresivo hacia Marte. La prioridad declarada de Isaacman será llevar astronautas estadounidenses al Planeta Rojo, apoyándose en alianzas con empresas como SpaceX. Su visión rompe con el enfoque científico tradicional de la agencia y plantea un giro hacia la exploración comercial. La comunidad espacial observa con atención una reconfiguración que podría transformar —o tensionar— el futuro de la NASA.

Una NASA con la vista en Marte

En su primera aparición oficial ante el Senado, Jared Isaacman dejó claro que su objetivo como administrador de la NASA sería poner astronautas en Marte lo antes posible. En línea con la retórica del presidente Trump, Isaacman definió este objetivo como “la máxima prioridad de la agencia”. Esta visión se basa en utilizar el retorno a la Luna como una fase preparatoria para un alunizaje tripulado en Marte, y en construir una economía espacial próspera a través de asociaciones público-privadas, principalmente con SpaceX, empresa con la que ya ha colaborado en dos misiones.

El nuevo liderazgo pretende acelerar los plazos a través de un modelo más flexible y comercial. No obstante, los expertos coinciden en que una misión tripulada a Marte antes de 2029 es altamente improbable, dado que la nave Starship aún no ha sido certificada para vuelos tripulados interplanetarios. Elon Musk, que propuso personalmente a Isaacman para el cargo, ha admitido públicamente que no espera tener capacidad real para misiones a Marte antes de finales de la década.

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Una apuesta por lo privado

La nominación de Isaacman marca un quiebre con el perfil técnico-científico tradicional de los administradores de la NASA. Como fundador de Shift4 y empresario multimillonario, su experiencia no viene de años en la agencia, sino de la industria de pagos digitales y del turismo espacial. Este enfoque refleja el giro de la administración Trump hacia la privatización del espacio, confiando en que empresas como SpaceX, Blue Origin o Axiom aceleren el progreso sin requerir grandes inversiones públicas.

Isaacman no es un técnico, es un operador, y su nombramiento despierta tanto entusiasmo como preocupación. Sus partidarios ven en él una mentalidad ágil capaz de eliminar burocracia. Sus detractores temen que el foco en rentabilidad y velocidad pueda desdibujar la misión científica y educativa de la NASA, y que programas históricos en astronomía, ciencia planetaria o monitoreo climático queden marginados.

Retos técnicos, políticos y financieros

El programa marciano enfrenta obstáculos de envergadura. Starship, el vehículo clave para la misión, aún no ha completado una prueba orbital plenamente exitosa. El calendario que pretende la administración es mucho más agresivo que el que plantean los ingenieros de la propia NASA o del Jet Propulsion Laboratory.

Además, hay serias preocupaciones presupuestarias. El Congreso ha mostrado resistencia a recortar fondos de misiones científicas para financiar metas a largo plazo como Marte. La misión Mars Sample Return, considerada esencial para la investigación planetaria, ya sufre tensiones presupuestarias que podrían agravarse bajo un liderazgo enfocado en Marte como meta estratégica, más que como campo de estudio.

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También hay fricciones en el seno del propio sector aeroespacial: científicos de la NASA temen que investigaciones esenciales —como el estudio del cambio climático desde el espacio— pierdan prioridad o financiación. Esto afectaría no solo a la ciencia, sino también a servicios públicos esenciales como el monitoreo meteorológico y los datos para la gestión de desastres naturales.

Programas en riesgo

Este nuevo paradigma impulsado por Trump e Isaacman pone en entredicho múltiples programas tradicionales de la NASA. La astrofísica, la heliosfera, la ciencia del clima y la observación terrestre podrían ser desplazadas en los próximos presupuestos, al no contribuir directamente al objetivo de Marte. A corto plazo, misiones como el retorno de muestras marcianas o el observatorio Nancy Grace Roman podrían ser postergadas o rediseñadas.

La investigación climática, piedra angular de la NASA desde los años 90, corre riesgo de ver reducida su financiación. Esto coincide con la intención de la administración de revisar el papel de la NASA en temas climáticos, alineándose con posturas más escépticas sobre la crisis climática global. Además, los proyectos en desarrollo con la Agencia Espacial Europea también podrían resentirse ante la nueva estrategia marciana centrada en lo nacional y lo privado.

Una bandera en Marte, ¿a qué costo?

El nombramiento de Isaacman simboliza una visión grandiosa pero polarizante: una NASA transformada en catalizador de la supremacía espacial estadounidense, sin miedo a dejar atrás décadas de tradición científica si eso acelera una victoria simbólica sobre Marte. Es la política espacial convertida en campaña, el empresario elevado a gestor de una agencia histórica, y la exploración entendida como espectáculo antes que como ciencia.

Si bien la ambición puede estimular avances tecnológicos y abrir caminos hacia nuevos logros, la obsesión por la velocidad puede dejar atrás una parte esencial del ADN de la NASA: la búsqueda de conocimiento riguroso, el servicio público y el compromiso con el planeta Tierra. Isaacman quiere que su legado sea plantar una bandera en Marte. La pregunta es qué ciencia quedará viva para contar esa historia cuando regresemos.

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