Más allá de la carne: El ambicioso plan de Dinamarca para impulsar la alimentación vegetal

Alberto Noriega     14 febrero 2025     6 min.
Más allá de la carne: El ambicioso plan de Dinamarca para impulsar la alimentación vegetal

Dinamarca, líder mundial en producción de carne, ha lanzado un plan pionero para impulsar los alimentos vegetales con un fondo de 170 millones de euros.

En un giro inesperado, Dinamarca, uno de los mayores productores de carne per cápita del mundo, ha apostado por los alimentos vegetales como el futuro de su agricultura. Con 30 millones de cerdos frente a solo seis millones de habitantes, el país ha construido su economía agrícola sobre la ganadería, pero un acuerdo entre políticos, agricultores y grupos ambientalistas ha cambiado el rumbo. Un fondo de 170 millones de euros impulsará desde la producción de proteínas vegetales hasta la creación de la primera titulación oficial para chefs veganos. La medida, que busca reducir la huella climática del sector agroalimentario sin imponer restricciones directas a la producción cárnica, ha sido presentada como un modelo de consenso que podría replicarse en otros países.

Un acuerdo inédito entre agricultores y ambientalistas

La estrategia danesa ha evitado los conflictos que han paralizado a otros países al intentar regular la ganadería. En lugar de prohibiciones o reducciones forzadas, el plan se ha centrado en mostrar las oportunidades económicas de la producción vegetal. Rune-Christoffer Dragsdahl, director de la Sociedad Vegetariana de Dinamarca y una de las figuras clave detrás del proyecto, explica que la clave ha sido «hablar sobre lo que queremos más en vez de lo que queremos menos».

El apoyo del poderoso Consejo Danés de Agricultura y Alimentación (DAFC) fue crucial. Su director de innovación, Anders Martin Klöcker, reconoce que el plan fue polémico en sus inicios, pero terminó por ganarse a los agricultores al ser presentado como una expansión del mercado, no como una amenaza. La propuesta no impone reducciones en el consumo de carne ni fija objetivos de disminución de ganado, sino que busca aumentar la oferta y demanda de productos vegetales a través de incentivos.

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La estrategia: formación, inversión e innovación

Los fondos asignados ya han comenzado a transformar la industria. El primer título universitario para chefs especializados en cocina vegetal se ha inaugurado en el Copenhagen Hospitality College, con 26 estudiantes en su primer año. Empresas como Compass Group han respaldado la iniciativa, señalando que «la cocina vegetariana está en auge y la demanda de expertos es enorme».

El plan también incluye ayudas para el desarrollo de nuevos productos vegetales que imiten la textura y el sabor de la carne y los lácteos. Además, se están financiando proyectos de reestructuración del menú en restaurantes y cafeterías, donde la presentación de los platos vegetales juega un papel clave en su aceptación.

La Asociación de Escuelas Agrícolas ha recibido subvenciones para capacitar a los cocineros que alimentan a los estudiantes de agricultura en el uso de proteínas vegetales. El objetivo es «normalizar las comidas basadas en plantas» dentro del sector agrícola, logrando que los propios futuros ganaderos sean consumidores de estos productos.

Un cambio de mentalidad en un país de tradición ganadera

El plan de Dinamarca contrasta con las protestas de agricultores en otros países europeos, como los Países Bajos, donde la propuesta de reducir el número de cabezas de ganado generó una reacción violenta. En lugar de confrontación, Dinamarca ha conseguido que el debate se centre en el crecimiento del sector vegetal como oportunidad, en lugar de una amenaza para la ganadería.

Zenia Stampe, portavoz agrícola del Partido Social Liberal, fue una de las impulsoras del acuerdo. En un principio, cuenta, hablar de la relación entre agricultura y cambio climático era un tabú en el país. Pero los datos eran innegables: un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero de Dinamarca provienen del sector agrícola, y el 80% del suelo cultivable está dedicado a alimentar animales en lugar de personas.

El giro llegó cuando los defensores del plan lo plantearon como una oportunidad de negocio en lugar de una restricción ambiental. Stampe lo resume así: «No hablamos de prohibir la carne, sino de potenciar un nuevo mercado.»

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La clave del éxito: evitar la polarización

Una de las estrategias más inteligentes del plan fue evitar términos que pudieran generar rechazo. No se habla de «veganismo» ni de «vegetarianismo», sino de alimentos vegetales. Además, en lugar de imponer normas o fijar objetivos de reducción de carne, el plan simplemente promueve alternativas más accesibles y atractivas.

Dragsdahl explica que la forma en que se presentan los alimentos influye directamente en su demanda. En muchos restaurantes, los platos veganos suelen aparecer al final del menú con nombres genéricos y poco atractivos. Al renombrar los platos y colocarlos estratégicamente en la carta, el consumo de opciones vegetales se dispara sin necesidad de prohibiciones ni restricciones.

Dinamarca, ¿un modelo para Europa?

El éxito inicial del plan ha llamado la atención de otros países. En 2024, el gobierno danés impulsó una estrategia a nivel europeo, promoviendo un plan de acción comunitario para fomentar la alimentación vegetal. Portugal ya ha seguido el ejemplo y ha anunciado su propio plan para reducir la huella de carbono de su dieta nacional.

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Además, la iniciativa forma parte de un acuerdo agrícola más amplio de 7.000 millones de euros que incluye el primer impuesto mundial a las emisiones del ganado, la conversión de 140.000 hectáreas de tierras agrícolas en reservas naturales y la plantación de 250.000 hectáreas de nuevos bosques.

¿Será suficiente para cambiar los hábitos alimentarios?

Si bien la inversión ha generado entusiasmo, el verdadero desafío será lograr un cambio duradero en los patrones de consumo. Stampe reconoce que aún hay resistencia en algunos sectores de la población, y que el éxito dependerá de que la transición sea percibida como un proceso natural y beneficioso, no como una imposición.

Klöcker advierte que cambiar el sistema alimentario no es tarea rápida. Recuerda que la producción orgánica tardó 30 años en alcanzar el 12% del mercado en Dinamarca, y que lo peor que podría ocurrir es que los agricultores inviertan en cultivos vegetales sin que haya una demanda real.

Aun así, el optimismo prevalece. Dragsdahl concluye que la mayoría de los daneses están abiertos a reducir su consumo de carne si se les presentan alternativas atractivas, pero insiste en que el proceso debe ser gradual. «Si presionamos demasiado, la gente simplemente dirá: ‘Que te den, esto es mi plato’.»

Un modelo para el futuro de la alimentación

Dinamarca ha demostrado que es posible impulsar una transición hacia la alimentación vegetal sin generar conflictos. Su estrategia, basada en incentivos en lugar de restricciones, podría servir como ejemplo para otros países que buscan reducir el impacto ambiental de su agricultura sin enfrentarse a protestas ni resistencia política.

Con el cambio climático como telón de fondo y una creciente demanda de opciones más sostenibles, el éxito de esta iniciativa podría redefinir el futuro de la alimentación en Europa y más allá.

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