La neurociencia descifra las experiencias cercanas a la muerte: Nace el modelo NEPTUNE

Alberto Noriega     11 abril 2025     5 min.
La neurociencia descifra las experiencias cercanas a la muerte: Nace el modelo NEPTUNE

El modelo NEPTUNE explica las experiencias cercanas a la muerte mediante mecanismos neurofisiológicos, químicos y evolutivos integrados.

Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Lieja ha desarrollado el primer modelo integral que explica las experiencias cercanas a la muerte (ECM) desde la ciencia. Se trata de NEPTUNE, un marco teórico que conecta la fisiología, la neuroquímica y la evolución para comprender fenómenos como las visiones luminosas, las experiencias extracorporales y la revisión de la vida. El estudio fue publicado esta semana y representa un avance radical en la forma en que la ciencia aborda uno de los enigmas más profundos de la conciencia humana. Lejos de lo esotérico, la muerte —o su umbral— empieza a explicarse con precisión clínica.

El cerebro bajo presión: tres disparadores del umbral

El modelo NEPTUNE, acrónimo de «Teoría Neurofisiológica Evolutiva Psicológica para Comprender la Experiencia Cercana a la Muerte», identifica tres desencadenantes principales que afectan al cerebro en momentos críticos. Estos son: la hipoxia (falta de oxígeno), la hipercapnia (exceso de dióxido de carbono) y un metabolismo energético cerebral alterado. Juntos, crean un entorno extremo para el sistema nervioso central.

Estos factores activan rutas neuronales responsables de las características más comunes de las ECM: separación del cuerpo, visiones de luz intensa y estados de euforia o trascendencia. En escenarios como el paro cardíaco, la pérdida masiva de oxígeno altera el flujo sanguíneo y desencadena una cascada de eventos químicos que transforma la percepción del tiempo, el espacio y el yo.

Este patrón compartido explica por qué miles de personas en distintas culturas reportan sensaciones similares: no se trata de narrativas aprendidas, sino de respuestas cerebrales comunes bajo condiciones extremas.

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La tormenta neuroquímica de la muerte

El cerebro al borde de la muerte no se apaga: se ilumina. Bajo las condiciones descritas, el sistema nervioso genera una tormenta de neurotransmisores que, lejos de ser caótica, sigue un patrón observable y coherente con los relatos de ECM. Entre las sustancias clave identificadas por el modelo NEPTUNE se encuentran:

  • Serotonina: sus picos activan receptores 5-HT1A y 5-HT2A, provocando sensaciones místicas y disolución del ego.

  • Endorfinas: reducen el dolor y generan un bienestar eufórico.

  • Dopamina y noradrenalina: intensifican la carga emocional de los recuerdos, posiblemente alimentando la clásica “revisión de vida”.

  • Glutamato: puede inducir distorsiones temporales y visuales mediante excitotoxicidad.

  • Red neuronal por defecto (DMN): su hiperactividad en momentos de crisis se asocia con experiencias disociativas y percepción extracorporal.

Un hallazgo especialmente revelador del modelo es que los pacientes con más dióxido de carbono (CO₂) en sangre reportan ECM más intensas. Este gas modula directamente la conciencia, y su acumulación extrema durante asfixias o paros respiratorios parece ser uno de los catalizadores más poderosos para activar las redes cerebrales que construyen estas experiencias.

Tanatosis y evolución: la muerte como estrategia ancestral

NEPTUNE también propone una hipótesis evolutiva: las ECM podrían derivar de un mecanismo primitivo de defensa conocido como tanatosis, o “simulación de muerte”. Presente en reptiles, mamíferos e incluso insectos, esta estrategia tiene como objetivo engañar a los depredadores fingiendo estar muerto. En el ser humano, esta respuesta habría evolucionado —gracias al lenguaje, la autoconciencia y la memoria— hacia experiencias internas complejas y estructuradas.

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Las similitudes son notables: inmovilidad, disociación, analgesia, alteraciones de la percepción y reducción del miedo. Lo que en otros animales es un reflejo de supervivencia, en nosotros podría haber sido ampliado por la evolución para incluir narrativas de trascendencia y significado, como una forma extrema de conservación emocional ante la inminencia de la muerte.

Esta perspectiva aporta un matiz biológico al debate espiritual: las ECM no serían pruebas de una vida después de la muerte, sino expresiones finales de un cerebro evolucionado tratando de protegernos —física y emocionalmente— en nuestros últimos segundos.

Implicaciones clínicas: del umbral de la muerte a la salud mental

Lejos de ser un modelo especulativo, NEPTUNE ya está generando interés clínico. Los investigadores proponen explorar sus hipótesis mediante estudios con fMRI en pacientes reanimados tras paro cardíaco, así como ensayos farmacológicos que modulen receptores como el 5-HT2A para inducir —o mitigar— estados similares en contextos terapéuticos.

Uno de los campos más prometedores es el tratamiento del trastorno de estrés postraumático (TEPT), especialmente en pacientes que han vivido experiencias cercanas a la muerte traumáticas o fragmentadas. Comprender la mecánica de las ECM puede ayudar a integrar esos recuerdos en narrativas más comprensibles y terapéuticas.

También se abre una línea de investigación en cuidados paliativos: si se puede simular de forma segura ciertos aspectos de las ECM, podrían utilizarse para reducir el miedo a la muerte y mejorar la calidad de vida de pacientes terminales.

Entre ciencia y trascendencia: el umbral como laboratorio

El modelo NEPTUNE no niega el valor subjetivo de las experiencias cercanas a la muerte. Al contrario, las reconoce como episodios profundamente significativos para quienes los viven. Lo que hace es ofrecer una explicación basada en evidencia de por qué ocurren, cómo se desencadenan y qué partes del cerebro están involucradas.

Este enfoque permite tender puentes entre la neurociencia y la filosofía, entre la biología evolutiva y la experiencia espiritual. En lugar de reducir las ECM a simples alucinaciones, NEPTUNE las dignifica como respuestas adaptativas complejas, forjadas por millones de años de evolución y afinadas por las capacidades humanas de sentir, recordar y narrar.

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