Olas de calor mortal en México y EE. UU. 35 veces más probable por el calentamiento global

Alberto Noriega     2 julio 2024     5 min.
Olas de calor mortal en México y EE. UU. 35 veces más probable por el calentamiento global

El calentamiento global ha hecho que la ola de calor mortal en México y EE. UU. sea 35 veces más probable, según un estudio reciente de WWA.

La ola de calor que afectó a México, América Central y el sur de EE. UU. en las últimas semanas se ha vuelto 35 veces más probable debido al calentamiento global inducido por el ser humano, según un estudio de World Weather Attribution. Millones de personas sufrieron temperaturas extremas debido a un domo de calor que rompió múltiples récords, afectando especialmente a las comunidades más vulnerables.

El impacto del calentamiento global en las olas de calor

La reciente ola de calor que ha azotado a México, América Central y el sur de los Estados Unidos es un recordatorio alarmante del impacto del cambio climático en nuestro planeta. Un análisis de World Weather Attribution (WWA) revela que el calentamiento global inducido por el ser humano ha hecho que eventos de calor extremo como este sean 35 veces más probables. La investigación, realizada por destacados científicos climáticos, utilizó modelos climáticos y datos históricos para comparar la frecuencia de estos eventos en el clima actual, que es aproximadamente 1,2°C más cálido que en tiempos preindustriales.

El fenómeno conocido como domo de calor, que atrapa el aire caliente cerca del suelo, fue responsable de las temperaturas peligrosamente altas que se registraron en mayo y principios de junio. Este domo de calor se extendió desde México hasta Texas, Arizona y Nevada en los Estados Unidos, y hacia el sur, cubriendo Belice, Honduras, Guatemala y El Salvador. Durante semanas, las temperaturas diurnas y nocturnas alcanzaron niveles récord, causando estragos entre las poblaciones más vulnerables y marginalizadas.

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Consecuencias mortales y ambientales

Los efectos de esta ola de calor fueron devastadores. En México, al menos 125 personas han muerto desde marzo debido a las temperaturas extremas, que alcanzaron casi 52°C el 13 de junio, el día más caluroso de junio jamás registrado en el país. Además de las muertes, miles de personas sufrieron golpes de calor, y la intensa ola de calor exacerbó la sequía severa y la contaminación del aire, provocando apagones, escasez de agua, incendios forestales y la muerte masiva de animales en peligro de extinción.

En Phoenix, Arizona, la ciudad más calurosa de los Estados Unidos, se investigaban 72 muertes sospechosas relacionadas con el calor hasta el 8 de junio, un aumento del 18% en comparación con el mismo período del año pasado. Más de 34 millones de personas en el suroeste de los Estados Unidos estaban bajo advertencias de calor, y docenas sufrieron agotamiento por calor en eventos públicos.

En Guatemala, en la región del corredor seco, donde la mayoría de las personas dependen de la agricultura, las temperaturas alcanzaron los 45°C, cerrando escuelas y provocando fallas en las cosechas y graves escaseces de agua. Honduras también enfrentó racionamiento de electricidad y la peor calidad del aire registrada en la capital, Tegucigalpa, debido a incendios forestales incontrolados.

Aumento de la frecuencia y la intensidad

El estudio de WWA también encontró que las olas de calor extremo son ahora cuatro veces más probables que a principios del milenio, cuando el planeta era 0,5°C más frío. Estas condiciones extremas están teniendo efectos devastadores no solo en la salud humana, sino también en la infraestructura, el suministro de energía y la economía en general. El calor extremo aumenta las tasas de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y renales, y amenaza con abrumar los sistemas de salud y las redes de suministro eléctrico.

La investigación muestra que las temperaturas nocturnas también han aumentado de manera alarmante. Durante los episodios recientes, las temperaturas nocturnas fueron 1,6°C más altas que en tiempos preindustriales, lo que representa un aumento de 200 veces en la probabilidad de noches extremadamente calurosas. Estas condiciones son especialmente peligrosas, ya que el cuerpo humano necesita temperaturas más bajas durante la noche para recuperarse del estrés térmico del día.

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La urgencia de la acción climática

Los científicos advierten que sin una acción política significativa para reducir el uso de combustibles fósiles, las olas de calor mortales se volverán comunes en un mundo 2°C más cálido. Friederike Otto, coautora del estudio y profesora de ciencias climáticas en el Instituto Grantham del Imperial College de Londres, subrayó la urgencia de esta situación: «Sabemos desde la década de 1970 sobre los peligros del cambio climático, pero los políticos siguen cediendo a la presión de la industria de los combustibles fósiles, permitiendo que el mundo siga quemando grandes cantidades de petróleo, gas y carbón».

Izidine Pinto, investigador del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos y coautor del estudio, también destacó la gravedad del problema: «Mientras los humanos sigan llenando la atmósfera con emisiones de combustibles fósiles, el calor solo empeorará. Las personas vulnerables seguirán muriendo y el costo de vida seguirá aumentando».

Adaptación y resiliencia

A pesar del daño ya hecho al planeta, es crucial que los gobiernos locales y nacionales adopten medidas para aumentar la resiliencia ante el calor extremo. Esto incluye la planificación urbana que favorezca la conservación del agua, la creación de áreas de sombra, la protección de los trabajadores al aire libre y la adaptación de los horarios escolares y deportivos.

Karina Izquierdo, asesora urbana para la región de América Latina y el Caribe en el Centro Climático de la Cruz Roja, y coautora del estudio, enfatizó la importancia de la acción local: «Cada fracción de grado de calentamiento expone a más personas a un calor peligroso. Además de reducir las emisiones, los gobiernos y las ciudades deben tomar medidas para volverse más resilientes al calor». Es evidente que la crisis climática requiere una acción urgente y coordinada para mitigar sus efectos y proteger a las comunidades más vulnerables.

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