Ríos de veneno: Revelan la presencia de casi 500 químicos en aguas de Inglaterra
Un estudio revela la presencia de casi 500 químicos en ríos y aguas subterráneas de Inglaterra, muchos clasificados como tóxicos y peligrosos para la vida acuática.
Un reciente estudio realizado en Inglaterra ha sacado a la luz una preocupante realidad: casi 500 químicos, algunos prohibidos y otros altamente tóxicos, han sido encontrados en los ríos y aguas subterráneas del país. Este hallazgo, que abarca todas las 171 cuencas hidrográficas analizadas en 2024, destaca el alcance y la gravedad de la contaminación química que afecta a estos ecosistemas vitales.
Más de la mitad de los químicos detectados han sido clasificados como muy tóxicos, tóxicos o dañinos para la vida acuática por la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA). Entre ellos, se encuentra un «químico eterno» prohibido y cancerígeno, catalogado como una «sustancia de muy alta preocupación». Según Alistair Boxall, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de York, estos químicos, aunque en concentraciones variables, representan una amenaza significativa para la vida en los ríos, especialmente cuando actúan en combinación, amplificando sus efectos dañinos.
La magnitud de la contaminación y sus consecuencias
El impacto de esta contaminación no es solo ecológico, sino también económico y social. La pérdida del 83% de la vida acuática en agua dulce a nivel mundial en los últimos 50 años es un claro indicio de la devastación que estas sustancias están causando. En aguas del Reino Unido, especies como el esturión y el burbot han desaparecido, mientras que el salmón atlántico se encuentra en peligro de extinción.
Uno de los grupos químicos más preocupantes son los neonicotinoides, pesticidas prohibidos en el Reino Unido y la UE para cultivos al aire libre debido a su alto riesgo para los polinizadores. Sin embargo, los datos muestran que estos pesticidas aún se encuentran en 29 cuencas hidrográficas, un claro indicio de su persistencia y del riesgo continuo que representan para el medio ambiente. Imidacloprid, un neonicotinoide aún utilizado legalmente como tratamiento antipulgas en mascotas, ha sido comparado por los expertos con el novichok para insectos, debido a su extrema toxicidad.
La mayoría de estos químicos se encuentran aguas abajo de las salidas de aguas residuales, lo que sugiere que están entrando en los ríos principalmente a través del lavado de mascotas y sus camas en los hogares. Esta situación plantea serias preocupaciones de salud, ya que estudios recientes han encontrado neonicotinoides en el líquido cefalorraquídeo de niños en Suiza, lo que subraya la necesidad urgente de una regulación más estricta y de alternativas más seguras.
La contaminación química en los ríos de Inglaterra no solo afecta a la vida acuática, sino que también plantea riesgos potenciales para la salud humana. La magnitud de la contaminación revelada por este estudio subraya la necesidad de una acción inmediata y efectiva para abordar esta amenaza silenciosa y proteger tanto a los ecosistemas como a las comunidades que dependen de ellos.
Un problema sistémico
La investigación no solo revela la magnitud del problema, sino que también destaca las principales fuentes de contaminación. Los productos químicos más extendidos provienen del escurrimiento de las carreteras, donde los contaminantes de los tubos de escape y los neumáticos se acumulan en las superficies y son arrastrados a los ríos con la lluvia. Dos de estos químicos, el fluoranthene y el pyrene, fueron encontrados en el 80% de las cuencas hidrográficas estudiadas. Ambos son sustancias de muy alta preocupación debido a su persistencia en el medio ambiente y su capacidad de bioacumularse en los organismos vivos.
Jo Bradley, una exfuncionaria de la Agencia de Medio Ambiente y actual directora de la organización sin fines de lucro Stormwater Shepherds, señala que estos contaminantes suelen superar los estándares legales en las zonas cercanas a las autopistas. A pesar de que National Highways identificó estos químicos como peligrosos hace más de 20 años, no se han implementado las medidas de tratamiento necesarias para controlar su dispersión desde las salidas de las carreteras, lo que resulta en una continua y preocupante contaminación de los ríos.
Además del escurrimiento de carreteras, el estudio también identificó el escurrimiento agrícola como una fuente significativa de contaminación. Alrededor del 30% de los productos detectados incluyen insecticidas, fungicidas, pesticidas y medicamentos veterinarios utilizados en la agricultura. A esto se suman los residuos farmacéuticos, la cafeína y los edulcorantes, que provienen principalmente de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Estos compuestos se encuentran en concentraciones que pueden tener efectos adversos en la fauna acuática y, potencialmente, en la salud humana.
La urgencia de una regulación más estricta
La cuenca del río Medway y el estuario del Tees, ambos altamente contaminados, son claros ejemplos de cómo la falta de regulación efectiva ha permitido que la contaminación química llegue a niveles críticos. En el caso del Medway, la principal causa de su mala calidad del agua es la descarga de aguas residuales, seguida por la actividad agrícola. Este río es ahora un área «prohibida» para la pesca, ya que la vida acuática ha sido severamente impactada por la acumulación de químicos tóxicos.
Expertos como Chris Gardner, del South East Rivers Trust, abogan por una mayor inversión en el tratamiento de aguas residuales para eliminar estos contaminantes antes de que lleguen a los ríos. Sin embargo, la implementación de tratamientos terciarios, que podrían filtrar muchos de estos químicos, es costosa y requiere de una fuerte voluntad política y regulatoria.
El problema radica en la falta de inversión y en un marco regulatorio que no ha evolucionado al ritmo de la creciente contaminación. Rob Collins, del Rivers Trust, insiste en que es imperativo que el gobierno implemente una estrategia química robusta que priorice la reducción de la contaminación en su origen, en lugar de depender únicamente de costosas medidas correctivas.
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